Sí, sí, ya lo sé. Habrás visto esta imagen mil veces en estos días.
Mirala bien, porque la
seguirás viendo millones de veces más mientras dure tu vida.
Que esa dulce imagen de
niña no opaque la imagen de mujer fuerte y luchadora que muchos
conocimos.
Muchos afortunadamente más que otros. Pero no es quien llega primero el que se lleva el premio, sino el que sigue corriendo hasta el final. Y el premio no es para uno solo.
Es para todos los que sepan apreciarlo. Porque el premio es tomar algo de ese Espíritu de Micaela e incorporarlo a nuestro propio espíritu.
Muchos afortunadamente más que otros. Pero no es quien llega primero el que se lleva el premio, sino el que sigue corriendo hasta el final. Y el premio no es para uno solo.
Es para todos los que sepan apreciarlo. Porque el premio es tomar algo de ese Espíritu de Micaela e incorporarlo a nuestro propio espíritu.
De eso en esencia hablamos cuando la
conocí a ella y a sus amigos, de manera casi fortuita, en el verano de 2016.
Teníamos un tema en común:
el vivir nuestra juventud en épocas revueltas para la Patria.
En mi juventud los que
decían amar a la Patria secuestraban gente ocultando sus rostros con capuchas. Un
tiempo inimaginable para estos jóvenes si no se les contaba en detalle, porque entraron
a la adolescencia en un tiempo feliz, de igualdad de oportunidades para
educarse, bien alimentados y con salud. Pero no tomaron la vía cómoda de la mayoría que como pollos irracionales abren su boca para ser engordados, sin pensar de dónde viene realmente su nutriente, sino muy por el contrario, eligieron compartir de corazón no solamente sus cosas sino también su tiempo, que es lo más valioso que un ser humano puede tener. Mientras otros pierden el tiempo ellos lo ganan compartiéndolo.
Esta es la Micaela que conocí y estos son los compañeros que la ayudaron a crecer, y a quienes ella ayudó a crecer también.